El balón es el punto central de encuentro. Los niños y niñas se reúnen a su alrededor, corren, saltan, regatean y la lanzan a la red. Quieren jugar un juego que no se puede jugar solo, un juego en el que, para lograr el objetivo, es necesario formar parte de un grupo, equipo, equipo, como se llame que se le pueda dar a esta reunión de niños o adolescentes. Y si el juego no se juega solo, es necesario interactuar con otros, preservando esta relación para que puedan suceder juegos futuros.
Así sucede en “Practicar deporte, ganar en la vida”. Realizado por Promundo en la comunidad de Guararapes, Río de Janeiro, el proyecto involucra a niños y adolescentes en clases de deportes, tutorías de portugués y matemáticas y talleres educativos sobre género.
Cuando llegamos a la comunidad, estaba la cancha, los niños y niñas alrededor. Incluso había una pelota, aunque fuera vieja y gastada. Pero el partido no siempre se dio o, al menos, no llegó al final de los partidos, porque las peleas y desacuerdos se apoderaron de la cancha. Las chicas ni siquiera podían acercarse al balón. Sin ver sus diferencias y sin respetarse mutuamente, las ofensas e insultos personales eran constantes y la violencia verbal muchas veces se materializaba físicamente. El individualismo prevaleció sobre la colectividad.
La intervención en el tribunal comunitario estuvo ligada a una unión de esfuerzos de muchos, especialmente de los equipos y educadores de educación física y, por supuesto, de los niños y adolescentes. Ponemos en el campo no sólo las técnicas y tácticas de diferentes prácticas deportivas, sino mecanismos de relación para la vida.
Compartimos experiencias e información, apoyamos a niños y niñas de manera positiva y constructiva, dialogando y considerando la experiencia de cada uno en la construcción de una identidad grupal. Sumamos actividades educativas y dinámicas al tiempo dedicado a la práctica deportiva, en un espacio seguro para la reflexión sobre las desigualdades y la reproducción de la violencia.
Si bien se percibió concretamente la transformación de las relaciones; desde frenar la agresión física hasta una mayor participación en debates, donde niños y adolescentes pudieran hablar y escuchar; Se notó el crecimiento en la presencia de niñas y su inserción en el deporte.
La creencia generalizada de que las niñas no son “buenas” jugando se fue desnaturalizando gradualmente, desmantelando conjuntamente una serie de estereotipos sobre las mujeres, sus habilidades y capacidades. Reunir a niñas y niños para jugar en la cancha comunitaria trajo el desafío de entender las diferencias y también lo que nos hace cercanos e iguales.
El desarrollo de niños, niñas y adolescentes se fortalece cuando el encuentro mantiene un espacio de confianza, es colaborativo y estimulante. Y entonces la pelota se puede dividir.
¿Quieres saber más sobre el proyecto?
Haga clic aquí y vea el video “Bola Dividida: Educação e Esporte para a Igualdade”, que reúne las voces de los niños y del equipo del proyecto sobre la experiencia en las comunidades de Guararapes y Maré.
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