Por Tatiana Moura
(Publicado originalmente en Revista Foro )
La no violencia es posible, incluso en espacios históricamente expuestos a niveles crónicos de esta práctica. La afirmación puede parecer utópica pero –a pesar de lo que nos hacen creer– la “guerra contra las drogas”, las acciones punitivas y las políticas coercitivas no son las únicas alternativas posibles para superar la violencia.
Más que una opinión optimista o soñadora, esto es lo que demuestra el estudio recientemente lanzado por el Instituto Promundo “Esto no es vida para ti – Masculinidades y no violencia en Río de Janeiro”. La investigación presenta varios factores que contribuyen a que actitudes no violentas sean adoptadas por hombres que viven en ambientes favorables a estas prácticas.
La paternidad no violenta y solidaria y una mayor igualdad de género en las relaciones personales son algunos de los factores identificados para que los hombres adopten actitudes no violentas, una conclusión que constituye una contribución sin precedentes al debate sobre la seguridad pública en Brasil.
Las investigaciones demuestran que ya no hay forma de separar, como si fueran cosas estancas, el entorno público y privado, la vida social y la vida doméstica. Sabemos que las políticas de seguridad pública no relacionan la violencia urbana con acciones de género: abordan exclusivamente la esfera pública, con un enfoque mayoritario en los hombres.
Podemos citar como ejemplo los datos relativos a la posesión y al uso de armas de fuego, vistos favorablemente por el 95,7% de los hombres encuestados (zona Norte) y el 93,4% (zona Sur), a pesar de que una proporción relativamente pequeña de personas afirmaron poseer o utilizar armas.
Las mujeres tienen actitudes menos favorables hacia el uso/posesión de armas, pero un alto porcentaje aún apoya esta práctica: el 73,4% de los encuestados (Sur) y el 70,9% (Norte) dicen estar a favor de portar o utilizar armas.
Sabemos cómo las armas de fuego contribuyen a la construcción simbólica de la masculinidad tradicional, como instrumento que representa la defensa y protección de la familia y la propiedad. Pero también sabemos que un arma en el hogar aumenta enormemente las posibilidades de homicidio o amenazas a la pareja (violencia doméstica armada), generando o empeorando una situación de violencia doméstica, que no puede tratarse exclusivamente como un asunto privado.
Las agresiones, amenazas e incluso homicidios contra las mujeres están profundamente relacionadas con políticas públicas que han demostrado ser exitosas, como el Estatuto de Desarme, que está siendo atacado y en riesgo de sufrir retrocesos. Por lo tanto, es imperativo que se incorporen agendas afirmativas, inclusivas y cívicas en las políticas de seguridad pública.
Otra cuestión importante que presenta el estudio es la sugerencia de que la exposición a la violencia urbana antes de los 18 años está fuertemente asociada con su perpetración durante la edad adulta, incluida una mayor propensión a la violencia de género en el ámbito privado.
Y las cifras muestran que, desgraciadamente, esta exposición es elevada: el 82,8% de los hombres entrevistados vivieron o presenciaron al menos dos de las siguientes situaciones antes de los 18 años: agresión grave, acercamiento violento por parte de la policía, palizas, intercambio de disparos, hogar o lugar de trabajo golpeados por balas, amenazas de muerte y heridas por arma de fuego.
La investigación abarcó 1.151 personas, hombres y mujeres, residentes de diferentes regiones de la ciudad de Río de Janeiro, además de 56 entrevistas cualitativas con ex narcotraficantes, policías, activistas y sus respectivas parejas. Entre este público, la paternidad surgió como un factor central en el distanciamiento de los hombres de la violencia.
No se puede negar que políticas públicas de incentivos como la ampliación de la licencia de paternidad, el acceso de los hombres a exámenes prenatales en la red pública de salud, una mayor participación masculina en el cuidado del hogar y de los hijos, la ampliación de los vínculos afectivos y una mayor autonomía económica femenina fortalecen esto. tendencia y ayuda a deconstruir símbolos de hipermasculinidad que terminan perjudicando a los propios hombres.
Otros factores citados por los entrevistados como situaciones que los alejaron de la violencia incluyen la participación de los hombres en las tareas domésticas; conexión con círculos sociales o apoyo social; niveles de educación de los hombres; uso de mecanismos para “calmarse” y alejarse de los conflictos; ampliación de las perspectivas de vida y ganancias en movilidad urbana en la ciudad; rasgos individuales y rechazo de normas masculinas vinculadas a la violencia y la adopción de actitudes y comportamientos más equitativos en términos de género.
En otras palabras, es posible –y urgente– romper con las transmisiones intergeneracionales de violencia y este ciclo de violencia y adoptar nuevos paradigmas, ejerciendo otras formas de estar en el mundo. Y creemos que estos nuevos parámetros son absolutamente necesarios en este momento. Más que nunca.
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